Quien fuera el principal ascendiente y troncal propagador de este ilustre linaje se ignora por su remota antigüedad, siendo por tanto tradicional e inmemorial la nobleza de sus hijos, los cuales han gozado siempre y en todas partes de la consideracíón y preeminencias correspondientes a sus lustrosos nacimientos, no siendo la menos esclarecida de sus líneas la que se arraigó y floreció en Cuenca. Juan Cajar, natural y Regidor de Cuenca, casó con doña María Guzmán, natural de la Villa de Aguila, del partido judicial de Hete, en la citada provincia y fueron padres Luisa de Cajar y Guzmán, natural de Cuenca, que contrajo matrimonio con Diego de Montoya, natural de Villar de Aguila, vecino de Cuenca y caballero de Santiago, fue padre de Francisco Antonio Cajar Montoya, que antepuso el apellido materno al paterno, caballero de la Orden de Santiago 29 octubre de 1639. A finales del siglo XIX fueron muchos los hombres y mujeres que portando el apellido Cajar con orígen en Cuenca, cruzaron el Atlántico, huyendo de la crisis, de final de siglo, que cometía a Europa a igual el transcurso de la 2da Guerra Mundial. El estudio heráldico familiar nos habla de quienes formaron el origen de la famillia Cajar, pues esa era su función la de manifestar a los demás sus elementos diferenciales. El escudo de armas de los Cajar esta formado por: un campo de gules (rojo), que simboliza la fuerza, poder, amor ferviente a Dios y al prójimo, tal es el significado de este esmalte a lo que habría que añadir el afán de dominio, coraje, audacia, fortaleza y magnanimidad.
El esmalte color oro simboliza el sol, origen de la vida, sus características espirituales corresponden a la fé, clemencia, templanza, caridad y justicia, por otra parte dicho esmalte señala a la familia con la felicidad, amor, nobleza y esplendor. El esmalte color plata, corresponde al símbolo de la luna, pureza, sensibilidad, templanza, amabilidad, afán de vicotia y elocuencia. La bordura es el símbolo de protección, favor y recompensa. Asimismo, por este motivo la cota que vestían los caballeros para la guerra, al salir de la pelea ostentándola manchada de sangre enemiga eran premiados con el añadido de la bordura a su escudo como insignia de valor.
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