IVAN
Es la forma rusa de Juan que, a través del griego IoanneV (Ioannes) dio el nombre Iwan (sonaba Yuan) que con el tiempo se transformó en Iván. Los Ivanes rusos celebran su onomástica el 24 de junio, día de san Juan, al que ellos llaman san Iván, como los italianos lo llaman san Giovanni, los franceses saint Jean, los ingleses saint John. El nombre de Iván se ha abierto camino en España porque además de los valores de Juan incorpora resonancias rusas tan evocadoras como la de Iván el Terrible. Como les ocurre a todos los grandes nombres, se dan de él varias etimologías. Procede del hebreo Johasnam, según algunos, y su significado sería "Dios es misericordioso". Según otros sería Jo-hannan o Jo-hannes la forma original, y su significado: "Dios está a mi favor", "Dios está conmigo".
San Juan (san Iván para los rusos), de sobrenombre el Bautista, es el príncipe del santoral cristiano. Es el único santo del que se celebra el nacimiento, no la muerte; es la suya una fiesta solar, de luz y fuego, decantación de los más antiguos ritos de la humanidad en la más grande de todas las fiestas. Las múltiples formas de su nombre acreditan su universalidad. Mientras Jesús ocupa el solsticio de invierno, convirtiéndose en titular de las grandes fiestas que con esta ocasión se celebraban, san Juan se convirtió en titular de las fiestas multimilenarias del solsticio de verano, que tampoco pudo erradicar la Iglesia por más que lo intentó. Y fue precisamente la titularidad de estas fiestas solares, heredada directamente de Apolo, lo que más contribuyó a encumbrarlo, porque el valor de un santo acaban marcándolo su fiestas. Fueron pues las fiestas solares, las más vitalistas y esplendorosas, las que elevaron su prestigio hasta límites que sólo los milenios pueden explicar. Pero no es gratuita la coincidencia entre el ancestral culto solar y san Juan Bautista. El personaje es por sí mismo de una gran talla humana. Es desde la perspectiva religiosa un sol menor que abre camino al gran Sol que es Cristo. Y lo hace con una firmeza que hace temblar al mismo Herodes. Tenía el Bautista una misión que cumplir y no se acobardó ante nada ni ante nadie. Preparaba los caminos del Señor, era la voz que clamaba en el desierto, no se callaba cuando no debía callarse. Y le fue la cabeza en ello, servida en la bandeja de Salomé. En la mitad de su reino la había valorado Herodes. Pero no la pudo comprar. Juan Bautista abrió el cielo de par en par a los Juanes, que tras él entraron en tropel: san Juan Evangelista, el discípulo predilecto de Jesús; san Juan Crisóstomo, uno de los mayores oradores de todos los tiempos; san Juan Bautista de la Salle, fundador de las Escuelas Cristianas; san Juan de la Cruz, el poeta que divinizó el amor humano y humanizó el amor divino; San Juan I papa, que inició la serie que llega hasta el humanísimo Juan XXIII; san Juan de Dios, fundador de la Orden de los hermanos hospitalarios y así hasta 120 santos.
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