Escudo cuartelado: primero y cuarto de púrpura; segundo en plata un castillo de púrpura, tercero en plata un león de púrpura.
La ocupación humana de las tierras canguesas comienza en la prehistoria, como así lo demuestran los túmulos funerarios identificados en el territorio y las hachas de la Edad del Bronce localizadas en Muniellos, Moncó, Cangas, Larón o Cibea. En época prerromana el concejo está poblado por la tribu astur de los Pésicos, de la que se han identificado una treintena de asentamientos fortificados, muchos de los cuales fueron más tarde romanizados y ligando su existencia a la extracción de oro llevada a cabo por los romanos. Son conocidas las explotaciones de Las Montañas, Besullo, Faidiel, valle del Narcea y valle del Naviego.
En el inicio de la Reconquista se sitúan en Cangas del Narcea algunas batallas, como la de Lutos en Llamas del Mouro, o en «San Cloyo» (Leitariegos). Pero sin duda es la fundación del monasterio de Corias por los condes Piñolo y Aldonza el hecho más sobresaliente en la Edad Media, dada la importancia que adquirió este señorío monástico en todo el occidente asturiano y norte de la Meseta castellana. Este territorio cangués se enclavaba en las «Asturias occidentales o de Tineo», aquella zona que tenía sus limites entre «Cabruñana y Leitariegos y las aguas del Navia» (año 1010).
En 1255 el rey Alfonso X concedió la carta puebla a la villa de «Cangas de Sierra». Ésta se tiene por la primera de las “cartas de población” otorgadas por el Rey Sabio en Asturias; nos ha llegado parcialmente descrita por el Padre Carvallo (s. XVII):
«… y la Villa de Cangas tiene vna carta real, confirmada por el Rey Don Enrique el Tercero, por la qual el Rey Don Alfonso el Sabio haze merced a los pobladores de las su Villa de Cangas de Sierra (que assí la llama) de todas las heredades que en aquel concejo tenía de su Realengo, con que le han de pagar por todas ellas cada año mil maravedís de Leoneses, u ocho soldos, y vn ajantar, e el su Ricohome que por él tuviere la tierra, e al su Merino Mayor, quando y fueren, y con esto les da vna copiosa carta de amparo, para que sean pobladores…».
La referida concesión regia supondría el inicio de una nueva etapa para el territorio suroccidental que atravesaría un periodo convulso de rivalidades entre los principales señores que terminan con la renuncia de Diego F. de Quiñones, primer conde de Luna, a las “cuatro sacadas” (Cangas, Tineo, Llanes y Ribadesella), volviendo éstas a poder real; por entonces el Coto de Leitariegos (Leitariegos, Brañas de Arriba y Abajo, Trascastro y Cabuezos) ya disfrutaba de los privilegios y franquicias concedidas por Alfonso XI (año 1326) a sus pobladores, en reconocimiento a las constantes atenciones de éstos hacia aquellos que transitaban por tan montañosos territorios.
La progresiva decadencia de los señoríos provoca el aumento de las rentas a los campesinos, causando evidentes tensiones entre los renteros y la nobleza local como los Omaña, Peñalba, o Queipo de Llano, que paulatinamente trataban de recuperar los derechos señoriales, asistiéndose a un momento constructivo relevante.
A la economía de subsistencia desarrollada hasta el siglo XVIII, las ideas ilustradas de Joaquín J. Queipo de Llano, quinto conde de Toreno, comienzan a plantear los primeros proyectos de explotación industrial de los recursos del concejo, presentando estudios de yacimientos y canteras y proponiendo la construcción de vías de comunicación. Sería la explotación de la madera de Muniellos y otros bosques con destino a los astilleros de El Ferrol (ciudad gallega de la provincia de La Coruña) el inicio de la actividad extractiva de los recursos del concejo. Tal actividad no generó cambios sustanciales en la vida de los campesinos, ni tampoco influyó para que fructificasen iniciativas que pretendían una industrialización del concejo, lo que provoca una fuerte corriente migratoria hacia Madrid y en menor medida hacia América.
La invasión napoleónica motiva la creación de un regimiento propio que luchó en las principales batallas de la guerra de Independencia, destacando también los guerrilleros cangueses Pedro del Tronco y José Flórez Sierra. Por otra parte fue José María Queipo de Llano, conde de Toreno, quien fue enviado como embajador de Asturias a Inglaterra cuando el alzamiento provincial de 1808 contra los franceses.
Durante la segunda mitad del siglo XIX Cangas fue cabeza de distrito electoral, alternándose en el poder liberales como José Francisco Uría y Riego y conservadores como los condes de Toreno.
La vida política de inicios del siglo XX favorece la aparición de la agrupación obrera Nueva Vida, vinculada a la Unión General de Trabajadores (U.G.T.), sucediéndose en la época republicana corporaciones municipales de signo conservador y socialista hasta el comienzo de la Guerra Civil española (1936-1939).
Sería a partir de los años cincuenta y sobre todo en las décadas del sesenta y setenta cuando la minería del carbón irrumpe con enorme pujanza en Cangas del Narcea, permitiendo un rápido desarrollo económico.
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