Historia de la Heráldica y de la Genealogía
Los Gálvez ya se conocieron como ilustre linaje entre los godos, unidos a las huestes de don Pelayo.
Un miembro de este ilustre linaje fue don José de Gálvez, nacido en 1.720 en Macharavialla. En 1.765, siendo Alcalde de Casa y Corte y miembro del Consejo de Indias, fue nombrado Visitador del Virreinato de Nueva España para que investigara la actuación del virrey, el Marqués de Cruilles, al que se acusaba de malversacion.
Una vez que finalizó su meticuloso trabajo, Gálvez, encontró plenamente culpable al Virrey y dotado, como estaba, de los poderes más amplios y plenos, otorgados por la Corona, procedió a destituirle.
Durante su estancia en el virreinato llevó a efectos muchas acertadas medidas destinadas a una mejor administración, entre ellas la implantación en la Baja y Alta California de las misiones franciscanas, que tan perdurable labor llevaron a cabo que aún en nuestros días, se mantienen, no sólo en el nombre de las ciudades como San Francisco, Los Angeles, San Diego, etc. etc. sino muchas de las costumbres y cultura que introdujeron los frailes misioneros de la regla franciscana, y el sometimiento de los indígenas de Sonora.
Vuelto a España fue nombrado Secretario de Indias. Pero no es éste el personaje principal del que deseamos tratar, sino de su sobrino Bernardo de Gálvez, Conde de Gálvez.
Durante su juventud estuvo en Nueva España, junto a su tío José, al que ayudó en todas las empresas que hemos enumerado. De regreso a la patria y dada su carrera de armas y su natural inquieto, participó en la expedición de O'Reilly contra Argel, en al año 1.775.
O'Reilly fue un general irlandés, de fortuna, al servicio de España que alcanzó, en los ejércitos españoles, el grado de teniente general. Encargado de una expedición de castigo contra Argel, la acción resultó un estrepitoso fracaso. Claro está que de este fiasco no puede culparse a nuestro Bernardo de Gálvez, pues al fin y al cabo él era sólamente un oficial más, sin mando para tomar decisiones por su cuenta.
En el año 1.776, marchó a América, concretamente a la Luisiana, la zona de los Estados Unidos actuales, explorada por Francia y llamada así en honor al Rey Luis, y en febrero de 1.777, se hizo cargo del gobierno de aquella colonia, ya bajo el dominio de España. Su política resultó muy eficaz al abrir nuevas tierras a la colonización, emprendiendo viajes para explorar totalmente el territorio.
Pero el principal escenario donde se iban a desarrollar los actos que le harían pasar a la posterioridad no iba a ser exactamente Luisiana, sino la península de la Florida.
Conviene hacer un poco de historia, aunque sea brevemente.
La península de la Florida fue descubierta por Juan Ponce de León en 1.513, quien, en principio, la creyó una isla. Ya, en anteriores trabajos, hemos visto cómo el citado conquistador, Ponce de León, buscó en aquella península la quimérica Fuente de la Eterna Juventud y cómo murió a consecuencia de las fiebres y los ataques de los indios.
Más tarde, la exploró Cabeza de Vaca, en el año 1.528 y Tristán de Luna, en 1.559. Pero al que se puede considerar como verdadero ocupante de la península fue a Pedro Menéndez de Avilés, fundador de la ciudad de San Agustín, (1.565).
Por cierto, sobre esta ciudad he aquí lo que escribe uno de los más conocidos autores norteamericanos, Franck G. Slaughter: "Una vez me encontraba de pie, tras la sombra de mi celosía mirando bacia abajo, hacia San Agustín, una ciudad con su gran sello de antigüedad. Después de haberla visitado mucha veces, conocía perfectamente bien sus calles retorcidas: y, sin embargo, a pesar de la calurosa bienvenida que siempre me deparaba, a menudo, me sentía en ella como un extraño... En Savanah o en Charlestón era una historia diferente.
Estas ciudades eran norteaméricanas hasta el alma y la lengua que en ella se hablaba era familiar a mis oídos, era la mía.
Pero San Agustín siempre se me presentaba como un trozo de la vieja España, transportado al soleado litoral de Florida. Desde donde estaba podía seguir con la vista el trazo del foso que la limitaba al Norte, las puertas de la ciudad que construyeron los conquistadores españoles, donde desde esas antiguas defensas habían defendido la ciudad durante siglos.
Y allí estaba también su castillo, cuyos cañones jamás habían sido silenciados por una rendición.
Construido con bloques de piedra porosa, un material muy utilizado en estas tierras, la fortaleza era un símbolo de un pasado apagado: aún en el brillante ocaso de la primavera parecía remoto como una tumba.
Sin embargo, sentí un escalofrio al contemplarlo. Ahora que la bandera norteaméricana ondeaba en su torreón, todavía la mayor parte de los habitantes de la ciudad lo conocía como el Castillo de San Marcos, en lugar del de Fort Martín con el que había sido rebautizado. Y pensé que las sombras de los conquistadores y, sobre todo, el espíritu del héroe de estas tierras, Bernardo de Gálvez, flotaba en el ambiente que me rodeaba".
La historia, del escenario donde Bernardo de Gálvez llevó a efecto sus hazañas, continuó con la lucha entre los colonos ingleses y los españoles hasta 1.763, fecha en que España cedió la Florida a la Gran Bretaña a cambio de la restitución de La Habana.
Pero al estallar la revolución americana, o Guerra de la Independencia, que se esforzaba en formar una nación ajena y liberada del dominio absolutista de la Corona Británica, cambió otra vez el destino de la península de Florida.
España se puso de parte de los independentistas americanos con lo que la guerra con Inglaterra se hizo inevitable. Aquel fue el momento en que habría de brillar la estrella de Bernardo de Gálvez como "reconquistador" de la Florida, como el hombre que restituiría aquellas tierras a la Corona de España.
Bernardo de Gálvez no esperó a que fueran los ingleses quienes tomaran la ofensiva. Lo hizo él, al frente de las tropas españolas y, como primer paso, procedió a ocupar la ciudad de Batón Rouge, en 1.779, más tarde hizo lo propio con Nactchez y en 1.780, ocupó asimismo Movile y Pensacola.
Todas estas acciones no se hicieron sin fuertes combates, pero en todas ellas los soldados ingleses fueron batidos por las tropas españolas de Gálvez.
Nombrado Gobernador General de Florida y la Luisiana en en 1.782, se le concedió el mando supremo de las tropas españolas en Cuba, lo que posibilitó que, dotado de nuevos recursos, consumara la ocupación de toda la península de la Florida para reconquistarla de los ingleses incorporándola a la Corona de España.
Una vez finalizada la guerra de la Independencia norteaméricana, con la derrota de los ingleses que tuvieron que abandonar el territorio para dar paso al nacimiento de una nueva nación, los Estados Unidos de América, Bernardo de Gálvez, abandonó la Florida para ejercer la Capitanía General de Cuba, sucedió a su padre, Matías de Gálvez, en el Virreinato de Nueva España, en 17 de junio de 1.875.
Los hechos bélicos pasaron para Gálvez. En adelante, se preocupó tan sólo en organizar la Administración del inmenso territorio que constituía su virreinato. Impulsó las obras públicas, hizo construir la calzada de Méjico a Acapulco, ordenó la reconstrucción del castillo de Chapultepec y procedió a dotar a la capital mejicana de alumbrado público.
Bernardo de Gálvez, con todas estas decisiones, se reveló como buen administrador civil, después de haber demostrado sus innegables dotes militares. De su personalidad, cabe decir que el pueblo norteaméricano honró su memoria, agradeciendo la ayuda que prestó a la causa de su independencia, dando su nombre a una ciudad: Galvestón.
Pero, en realidad, los norteaméricanos consideran como héroes suyos a cuantos españoles tuvieron algo que ver en su territorio: Basta recordar a Vázquez de Coronado, a Hernando de Soto y a fray Junípero Serra...
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